domingo, 10 de junio de 2012

Sobre juegos y juguetes

Está bastante consensuada la importancia del juego en educación infantil, dándosele un carácter marcadamente educativo que hace que muchas programaciones basen sus estrategias de aprendizaje en todo o en parte en el juego.
Pero el hecho de introducir los contenidos a través del juego, no garantiza el aprendizaje de los mismos y, de ninguna manera está demostrado que esta manera de trabajar sea más eficaz que otras.
Pese a ello, en los últimos quince años han proliferado muchas estrategias de aprendizaje en educación infantil basadas en el juego, siendo la más importante de ellas los rincones de actividad. Estos consisten, por exponerlo sucintamente, en lugares ubicados en el aula en sitios fijos determinados dedicados para determinados juegos, que se suponen siempre instructivos y que el profesor crea y dota. El alumnado va pasando periódicamente por todos los rincones y así va aprendiendo determinadas cosas. Hay rincones de todo tipo, desde los clásicos de matemáticas y construcciones a los de lectura, de pintura, relax ...
Los profesionales distribuyen al alumnado equitativamente en los diferentes rincones y limitan el tiempo que pueden estar en cada uno de ellos, vigilando que pasen por todos.
Hasta aquí todo correcto, el profesorado tiene un control casi absoluto del juego de los niños en los rincones, y evita que se produzcan las situaciones más abiertas y caóticas que se dan en el juego libre. Pero, ¿Cómo se produce el aprendizaje? y, ¿Cómo se tiene el control de que han aprendido los niños y con que profundidad?
Si partimos de la base de que todos los rincones de actividad son atractivos por si mismos, lo que asegura la motivación para la participación del alumnado, aún así no tenemos la seguridad de que el niño que entra en el rincón esté aprendiendo realmente, ni qué. De hecho, no tenemos la seguridad de que establezca interacciones con los compañeros de rincón, lo que propiciaría situaciones de aprendizaje, y aún cuando las establezca, ¿Cómo sabemos que ha aprendido?, y ¿Cómo evaluamos esa participación en el rincón?.
Yo no tengo eso nada claro, y por ello no soy partidario de los rincones de actividad, sino del juego libre, porque creo que lo decisivo en una situación de juego no es lo que vas a aprender sino las relaciones que vas a establecer y las interacciones que se van a producir, que van a  poner al niño en situación de  aprender cosas que no  pueden darse en situaciones muy estructuradas como los rincones de actividad. Las niñas que se pelean por la muñeca o el coche, y se acaban pegando van aprendiendo poco a poco que los juguetes no son de su exclusividad y la idea de compartir se abre paso. El niño que lanza juguetes y golpea a otro en la cabeza, aprende que su acción es peligrosa si el juguete al volver le golpea a él.
Así, en situaciones de juego libre, se producen muchas interacciones entre el alumnado, de manera que podríamos calificar a esta actividad como un laboratorio vital o un mercadillo de la vida en el que los niños realizan actividades normales sociales bajo el pretexto del juego y los juguetes. Y lo importante, es que se regulen a si mismos y que el adulto tenga que intervenir lo menos posible. Esto, no es posible al principio, pero si al cabo de cierto tiempo si a los niños se les acostumbra a solucionar sus disputas sin la intervención del adulto. Cuando los niños se autorregulan aprenden realmente muchas cosas de convivencia social: eligen juegos entre varios, comparten juguetes, median en discusiones y se ayudan unos a otros. Esto, es mucho más difícil conseguirlo en situaciones estructuradas como las de los rincones de aprendizaje, porque allí los niños no eligen sus compañeros, sino que el adulto los adjudica directamente y, en caso de conflicto hay una intervención inmediata del profesor.
Aparentemente, las situaciones de juego libre son ruidosas y caóticas. Pero cuando logran autorregularse se dotan de disciplina interna y normas propias que permiten su funcionamiento sin novedad, aunque para un adulto que observe la situación desde fuera parece que el juego no tiene normas y está fuera de control.
Sin embargo en los rincones de aprendizaje, la situación está totalmente controlada por el adulto y el ruido es mínimo, pero el precio que hay que pagar por ello son mínimas interacciones y de poca calidad, aunque los defensores de este sistema dirán que el objetivo de los rincones no es facilitar las interacciones sino provocar situaciones de aprendizaje a través del juego. Pero incluso estas situaciones no producen aprendizaje por si mismas. Un niño puede jugar con un dominó, pero no aprenderá su manejo si no es interaccionando con otro y, en los rincones las interacciones son más limitadas porque los niños no pueden elegir sus compañeros de rincón, y con compañeros que no son amigos, se necesita un acercamiento previo para que se produzca el intercambio, y no hay tiempo para ello porque hay que aprender con los juguetes de los rincones.
Realmente, a mi juicio, lo que aseguran los rincones de actividad es un control casi absoluto de las situaciones de juego por parte del adulto, reduciendo los roces, los ruidos y regulando estrictamente las actividades, pero todo ello se hace a costa de limitar las posibilidades de relación libre del alumnado, con lo cual no se están produciendo apenas, verdaderas situaciones de aprendizaje. Sin embargo con el juego libre autorregulado, el alumno elige sus compañeros de juego y sus juguetes y una vez consensuadas unas normas mínimas de funcionamiento, se producen muchas situaciones de interacción donde se aprende, no contenidos a través del juego, pero si a convivir socialmente de una forma civilizada. Y estos contenidos sociales se aprenden aquí mejor que en ninguna otra situación a excepción del patio del recreo, pero aquí tenemos la ventaja de que al movernos en un espacio menor podemos favorecer la autorregulación y captar algunas de las interacciones que se van produciendo. Por todo ello, el precio que hay que pagar es tener una clase ruidosa y aparentemente caótica durante las sesiones de juego, y no todos los profesionales de infantil están dispuestos a pagar el precio.

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