miércoles, 20 de junio de 2012

La dichosa responsabilidad civil

Desde que se hizo a los profesores responsables civiles e incluso penales ante los tribunales de justicia por los accidentes que pudieran ocurrir a sus alumnos, e incluso se llevó a cabo tal protocolo en más de una ocasión, el profesorado tendió a hacerse conservador y a evitar en lo posible e incluso suprimir cualquier tipo de actividad que implicase el más mínimo riesgo. Así hemos pasado a utilizar la mayor parte del tiempo en el aula y hemos reducidos la excursiones a paquetes encorsetados que no diseñamos nosotros sino que nos vienen configurados desde fuera y donde es más importante la seguridad que el aprendizaje o el disfrute de la actividad.
Pero no siempre el aula es el principal escenario de aprendizaje, y, casi siempre las actividades más lúdicas y divertidas conllevan un cierto riesgo, así que al final de toda esta situación quienes salen perdiendo son los niños que no pueden disfrutar de actividades divertidas si conllevan riesgo físico, ni pueden asistir a verdaderas excursiones en las que puedan descubrir por si mismos escenarios de aprendizaje y asimilarlos si las mismas no están bajo un estricto control del profesorado.
Si queremos hacer algo para invertir esta situación, tenemos que llegar a acuerdos puntuales con las familias para que colaboren en este tipo de actividades disminuyendo así el riesgo de las mismas, ya que la ley no se puede cambiar, y no puede obligarse a nadie a que se la juegue si no lo desea.
En determinados centros está modalidad de colaboración profesorado-familias, está muy bien organizada y da muy buenos resultados, permitiendo el desarrollo de actividades lúdicas e instructivas que de otro modo sería imposible hacer.
Pero por las causas que sean, esta forma de colaboración no funciona en nuestro centro y hace que actividades del tipo de ejercicios con el agua en la última semana de curso no puedan desarrollarse por el riesgo que conllevan. Es evidente que una clase de 25 niños, mojada, es difícil de controlar y mantener en la toalla secándose por una persona sola, y que el alumno descontrolado es candidato a sufrir un percance. ¿Pero que sucedería si esos 25 niños estuviesen controlados en la toalla por cuatro padres o madres que, cada uno de ellos se encargara de seis? Obviamente la posibilidad de riesgo se minimizaría mucho, y el alumnado podría disfrutar del baño con sus compañeros de curso horas antes de despedirse de ellos para no volver a verlos hasta pasados dos meses,< porque bañarse se van a bañar mucho en el verano, y en mejores condiciones, ¿Pero con sus compañeros de clase, y mojados por sus profesores? Eso, seguro que no>.
¿Por qué no se hace esto en nuestro Centro? No lo sé. Es evidente que no se puede obligar al profesorado que no lo desee a trabajar en colaboración con las familias, pero mientras nos decidimos a no, quienes pierden son los niños que se quedan sin el baño.

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