domingo, 13 de mayo de 2012

Reflexiones sobre infantil

Los profesores que, como yo llevamos más de 25 años en educación infantil y somos todo unos veteranos de la etapa, < con media vida en las aulas de infantil y  más de seiscientas criaturas que han pasado por mis aulas>, no vamos a abandonar y seguiremos al frente de esta nave tan injustamente tratada dentro de la educación y tan maravillosa que es  la educación infantil.
Me hace sonreír la frase de tantos compañeros que dicen que esto es muy difícil, es muy sacrificado y yo no valdría para ello. Son solamente excusas; cualquier profesional que se dedique a la educación infantil con honestidad y capacidad de trabajo puede salir adelante satisfactoriamente. Yo, al contrario que otras personas, no creo en la vocación y no pienso que para estar en educación infantil se necesite una vocación especial. Si creo en el trabajo serio y sacrificado, en la investigación y en la capacidad para mejorar continua y para proponerse metas que nos conduzcan día a día, sin prisa pero sin pausa, a un trabajo cada vez mejor y de calidad, y eso puede hacerlo cualquier profesional que verdaderamente se lo proponga.
Y digo más, ello no debería ser una opción, sino una obligación ya que como funcionarios somos servidores públicos y el estado nos paga para que prestemos un servicio con calidad.
Se nota que voy para viejo porque ya empiezo a recordar mis historias de "abuelo cebolleta"  de cuando empecé en esto de la educación infantil. Entonces, eramos muy pocos hombres en la profesión <tampoco es que desde entonces ahora el porcentaje haya crecido mucho> y eramos mirados un poco como bichos raros, sobre todo en los ambientes rurales en los que nos habíamos mover y, si las mujeres en general se quejan que, en el mundo laboral deben demostrar su valía para un puesto de trabajo por el hecho de ser mujer, mientras que a los hombres se les supone, a mi siendo hombre siempre que llegaba nuevo a un centro como profesor de infantil me pasaba lo mismo, porque desde siempre la educación infantil se ha considerado una profesión de mujeres y poco apropiada o masculina para los hombres. Y allí llegaba yo y era examinado con lupa, lo que al principio me molestaba mucho y, con el tiempo me he ido acostumbrando y he dejado de darle importancia. Porque ese es otro de los mitos de esta profesión, <el ser cosa de mujeres>, y el verdadero profesional de educación infantil se califica por lo que consigue en su aula y no por su sexo o género.
Pero, aparte de las andanzas personales que reflejo, la educación infantil es una profesión de riesgo y, a los hechos me remito: en ninguna otra profesión que se desempeñe con personas se está tan expuesto a humores humanos de todo tipo < mocos, vómitos, orina, heces> que en la educación infantil si exceptuamos a los auxiliares de enfermería; en ninguna profesión te dan un material humano contrario a su estancia contigo, y te dan quince días de tiempo <ahora ya ni eso> para dar la vuelta a la tortilla y convertir aquello en maravilloso, salvo en el personal que trabaja en las residencias de ancianos y en los funcionarios de prisiones. En ninguna otra profesión te dan menos medios de reivindicar mejoras de todo tipo aduciendo que no es obligatoria, pero luego te exigen resultados al final de una etapa como son una lectoescritura llevada a término, salvo en la empresa privada hoy día, donde cada vez hay menos derechos y más obligaciones.
Por todo ello, la tasa de abandono del profesorado de educación infantil de la etapa pasándose a otras etapas educativas <fundamentalmente educación primaria> en los diez primeros años de docencia es altísima, rondando un 30 %, y eso es por algo, y debería servir para que la administración pusiera en valor a los que nos quedamos y seguimos año tras año al pie del cañón volviendo a convencer a 25 niños asustados que quieren irse a su casa que estar en un colegio de infantil puede ser maravilloso; sería lo lógico,  no, pues no es así y desde las altas esferas educativas la educación infantil cuenta cero, <no es obligatoria> ni para planes, programas, cheques-libro ni nada. Si nos vamos al ámbito de los centros escolares, la educación infantil vuelve a ser el pariente pobre y todos los repartos comienzan por sexto de primaria, llegando muy poquito a tres años.
Dicho todo esto, parece que hay que ser un loco para estar en educación infantil, y así sería si solo nos quedáramos en lo negativo que, como hemos visto, no es poco. Pero hay una circunstancia en infantil, a mi juicio decisiva, de la que no disfruta ninguna otra etapa educativa y que la hace tan diferente y maravillosa, y es que nosotros cogemos los niños vírgenes, llenos de infancia y puros y repletos de los mejores sentimientos humanos que la realidad de la vida hace que, posteriormente vayan desapareciendo. En ninguna etapa puedes contar un cuento a un niño y ver como se le quedan los ojos atendiendo sino en infantil, en ningún otro lado puedes pedir algo a unos niños y verles esforzarse hasta más allá de sus posibilidades y, en ninguna otra parte puedes recibir un cariño tan grande, tan auténtico y tan desinteresado que eso solo te sirva para darte por pagado y compensar y superar con creces, los muchos sinsabores que tiene la profesión. Porque si bien es verdad que infantil quema, también engancha, y a quién engancha de verdad, ya no puede abandonarla como es mi caso, y aquí llevo más de 25 años y, si tengo salud en infantil me jubilaré.
Con los años, no desaparecen las ganas, sino al contrario y, en infantil, cada nuevo curso es un reto a superar, y eso para los profesionales de nuestra etapa, nos llena y da sentido a nuestra labor educativa.

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