domingo, 1 de enero de 2012

Reflexiones de año nuevo:
Al profesorado, en general, y al profesorado de infantil en particular, en los últimos quince años se le ha mareado con varios cambios de leyes educativas, que han llevado aparejados, más explícita o tácitamente, la asunción de nuevas perspectivas teóricas en psicología de la educación, sobre las que nadie ha preguntado a los profesionales, o , al menos, a la mayoría de estos, su opinión sobre las mismas antes de tener que asumirlas.
Este no ha sido el único problema; desde que en 1.990 se aprobara la L.O.G.S.E., con cambios tan drásticos en el modelo educativo, respecto a lo que imperaba entonces, < en nuestra etapa fue cuando se creo la educación infantil, desapareciendo el preescolar>, varias leyes de educación, nos han visitado, y todas han traído su propuesta ideológica y sus referencias teóricas educacionales, pero, a diferencia de la L.O.G.S.E., que traía consigo todo un marco teórico desarrollado en la práctica y puesto a disposición del profesorado en las cajas rojas de la educación, las diferentes leyes surgidas a continuación, incluida la L.E.A., que es la que está ahora vigente, nos han traído sus marcos teóricos sin modelos de comparación en la práctica.
Puede que para las nuevas generaciones de profesorado, más preparadas en los modelos teóricos actuales, la asunción de nuevos postulados no suponga problema alguno, pero para quienes, como yo, llevamos más de veinte años trabajando en la educación infantil, el cambiar tus ideas, tus postulados y tu práctica diaria, por una teoría nueva, maravillosa que no sabemos quién ha llevado a una nueva ley de educación como el último grito, no es cosa de un día, ni de un mes, ni siquiera de un año. Si además, el modelo teórico viene sin implementación ejemplificada en la práctica educativa, el sobresalto para el profesorado es tremendo. Me explicaré con algunos ejemplos:
Con la venida de la L.O.G.S.E., la aparición de la educación infantil y la asunción teórica de métodos constructivistas en la práctica diaria, se dió un giro coopernicano al modelo educativo que, a la mayoría nos costó varios años asumir. Pasamos de una base psicogenética, donde Piaget era Dios, y donde al niño no se le podía forzar el aprendizaje ya que este era producto del desarrollo, a otra donde se pone el énfasis en el aprendizaje, como factor condicionante y modelador del desarrollo que, ahora, puede ser acelerado.
Este cambio tan radical, una cosa es situarlo en las leyes y, otra bien distinta, llevarlo a la práctica con todas sus implicaciones claras. Tuvimos que empezar a conocer a Vygotski, y a los demás teóricos del constructivismo, y asumir que la inteligencia ya no era algo innata sino que venía definida en forma de capacidades, que podían ser modeladas y modificadas mediante un buen proceso educativo.
Cuando por fin teníamos asumida e implementada en la práctica la ley, nos la cambiaron, y nos metieron nuevos postulados teóricos, esta vez sin literatura previa aplicada a la práctica educativa, y por si fuera poco, en los últimos años hemos conocido varias leyes de educación, la última de ellas la L.E.A.. Para volverse loco.
Hablando de la L.E.A., la gran innovación teórica que aportaba era el concepto de competencia, que pasó desde entonces a ser el centro dimanante del aprendizaje educativo. Tanto se nos ha hablado de competencias, y de tan diferentes maneras y por diferentes personas, que yo tengo la sensación de que, en realidad, nadie sabemos a ciencia cierta que son y, sobre todo, como se aplican en la práctica para ser eficaces. Desde la postura de infantil, donde por cierto no son obligatorias las competencias y seguimos educando capacidades <otro día hablaré de como las administraciones públicas tienen relegada a la educación infantil dentro de la etapas educativas> tenemos la sensación de que es la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner la que subyace bajo el entramado teórico de las competencias, y su asunción también conlleva una serie de cambios en la práctica diaria, que no pueden hacerse en poco tiempo.
Por todo ello, y como deseo de año nuevo, el profesorado de infantil le pedimos a los señores políticos que hacen las leyes educativas, que tengan en cuenta que llevar a la práctica las implicaciones teóricas derivadas de la aplicación de una ley no es cosa baladí, ni que se haga en poco tiempo, y se necesita el poso de la práctica continuada para llevar dichos cambios a efecto, por lo cual, señores políticos, pónganse de acuerdo, saquen una buena ley, pero no nos la cambien cada poco tiempo, porque nos van a volver locos y, en segundo lugar, cuando van, de una vez, a dar a la educación infantil el peso y la importancia que tiene dentro del sistema educativo. Por favor, obligatoriedad de la educación infantil de una vez para siempre.
Espero, que los Reyes Magos, puedan escucharnos.

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