miércoles, 4 de enero de 2012

Las diferencias entre el año cronológico y el año escolar:
A nadie de los profesionales que trabajan en educación infantil se les escapa las diferencias de madurez que hay entre niños de un  curso nacidos en enero o febrero y niños del mismo curso nacidos en noviembre o diciembre. Dichas diferencias, que pueden llegar a ser notables, condicionan el aprendizaje y las relaciones sociales de estos niños durante gran parte de su infancia, y esto no lo digo yo sino que lo dicen estudios internacionales hechos al efecto.
Es evidente, que siempre que haya alumnado de un curso, tiene que haber personas nacidas en el primer mes y personas nacidas en el último, pero mi propuesta es la siguiente: ¿Por qué las administraciones, en vez de considerar el año natural para inscribir a los niños en un curso, no consideran el año tomado de septiembre a septiembre como en meteorología?
Con ello, todos los niños llegarían al colegio con tres años cumplidos, y con ello más oportunidades de madurez en todos los ámbitos y más oportunidades de aprendizaje. De este modo, se acortarían los plazos de adaptación y se conseguiría integrar y poner en marcha mucho más rápidamente las clases de tres años, reduciendo el estrés en alumnado y docentes y consiguiendo mejores resultados más rápidamente.
Desconozco si esta propuesta tiene visos de salir adelante, pero ahí la dejo caer por si acaso.
Lo que está claro es que, en la actualidad, hay un problema muy grave de falta de adaptación en las clases de infantil de tres años, problema que redunda en el aprendizaje de los niños y, en la adaptación y el gusto de los profesionales a cargo de estas aulas, y, a la administración, lo único que se le ocurre para solucionarlo es acortar, e incluso suprimir los períodos de adaptación, con lo cual en vez de solucionar el problema lo agrava.
Si queremos en un futuro, tapar la sangría de buenos profesionales que están abandonando la educación infantil y lléndose a primaria, la administración debe cuidar la educación infantil y no tenerla, como en la actualidad, dejada de la mano de dios. Hay dos grandes problemas no resueltos en la educación infantil: uno es la falta de adaptación en el comienzo de 3 años y, el otro, el tener que llevar la lectoescritura a término a los 5 años, sin tener el tiempo suficiente para que se posen esos conocimientos. Otro día trataré el problema de la lectoescritura, pero hoy, con relación al problema de los 3 años, mi propuesta permitiría reducir el problema existente en gran medida, pues niños que vienen al colegio ya con tres años, son más despiertos, menos dependientes y pueden incorporarse a un ritmo alto de clase sin peligro de quedarse descolgados de sus compañeros.
Por si alguna vez, la administración se decide a escuchar a los profesionales de educación infantil, ahí dejo mi propuesta. Es una pena que la etapa de enseñanza que cuenta, con diferencia, con los mejores profesionales de la escuela pública sufra una vez y otra, deserciones masivas buscando condiciones laborales mejores a las que se dan en esta etapa, y es hora, de que las administraciones pasen de las palabras a los hechos y empiecen a cuidar a sus profesionales, de los que depende mucha de la formación de las generaciones futuras.

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