lunes, 26 de diciembre de 2011

Una hermosa poesía sobre números:
Hace tiempo, una maestra cordobesa de la que, desafortunadamente no recuerdo el nombre, ni he podido localizarlo a través de la red, escribió una poesía sobre los números que para mi gusto es preciosa y muy didáctica. Dicha poesía, que en su día fue publicada, aunque no recuerdo si fue en el servicio de publicaciones de la Diputación Provincial, fue mandada a los centros y muy comentada, y yo me la aprendí pues la juzgué muy oportuna para cinco años y para primero de primaria.
Voy a escribirla en este blog para que pueda ser difundida, aunque desconozco si la citada poesía está sometida a derechos de autor. Si lo estuviese, comuníquenmelo, por favor, y la retiraré inmediatamente. El hecho de ponerla es porque me parece muy hermosa.
La fiesta de los números.
" Un profesor despistado, escribió en el encerado
todos los números dados, mas del cero se ha olvidado.
Cuando la clase termina, la pizarra se ilumina,
todo se vuelve embrujado y ¡una fiesta ha comenzado!
El dos le dice al tercero, ¿Dónde se ha metido el cero?
El séptimo dice al octavo, ¿Por qué no ha sido invitado?
En ese preciso instante, se aclara el interrogante,
y mirándose a la cara, ¡si el cero no vale nada!


Estaba el cero escondido en la clase en un rincón,
y triste y muy abatido oyó la conversación;
¡Cómo pueden decir eso, pensó el cero con tristeza, 
si le aumento una decena, cuando estoy a su derecha!
¡Solo yo, no valgo nada, pero con mi compañía,
ganan ellos, también yo, Oh, que gran desilusión!
Dos lágrimas redonditas, rodaron por su carita,
y sus ojos, tan brillantes, ya no eran los de antes.


Mientras tanto, en la pizarra, los números se preparan;
cada cual trae a la fiesta, el valor que representa:
Pusieron una piñata, dos mesas muy alargadas,
tres tartas de chocolate, cuatro jarras de refresco,
cinco platos de avellanas, seis tiras de farolillos,
siete bolsas de confeti, ocho globos de colores,
nueve sillas de madera, para nueve comensales,
y la fiesta está completa...


Mas no pueden entender, que es lo que tienen tan hondo,
que a pesar de estar completos, ninguno se encuentra cómodo.
¡Si el cero hubiera venido!, dijo el uno con tristeza,
yo podría haber traído, ¡diez caramelos de menta!
¡Y yo, veinte peladillas!,  dijo el dos muy ligero,
¡Y yo treinta gominolas!, dijo el tres dicharachero;
cayado y muy pensativo, el cuatro hace su cuenta,
¡Yo podría haber traído, cuarenta chicles de fresa!
Y levantándose el cinco, les dice con gran ahínco,
¡Vamos todos por el cero,  siempre fue un buen compañero!
El seis mira diligente, por encima del bufete,
El siete con un palito, revisa todo el recinto,
el ocho coge sus lentes, y mira por los retretes,
De pronto el nueve gritando, ¡Si está en un rincón llorando!
Todos se acercan al cero y le ofrecen un pañuelo,
Él se suena las narices y sonríen muy felices;
Lo cogen con mucho esmero, y lo sientan el primero;
Y, como falta una silla, el cuatro queda en cuclillas.
La pizarra está completa; no falta nadie a la fiesta.
A la mañana siguiente, está la clase revuelta,
pero en el negro encerado, diez números hay pintados, 
y, colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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